No detenerse a pensar.
Hoy celebramos los 50 días de cuarentena. Salí 6 veces como mucho (el resto salió Tom a comprar) porque me di cuenta que sufro menos adentro que afuera. En las calles respiro y se me impregna un toco toda la situación y entonces no puedo. Vuelvo a la casa hecha una ameba, soy una esponja que todo lo absorbe y me hace mal. Me resguardo en mi mundo del juguete con mis mundos, mis cosas, mis pensamientos, mi remanso.
Pero si me sincero, si me concentro en mi sentir, ahora, tengo que confesar que es como si me hubiera detenido poco y nada en estos cincuenta días, a lamentar el cambio de rumbo de estos meses en mi vida. Sí, ya sé, como en el caso de la humanidad toda. Ya sé. Pero bueno, uno sufre el dolor propio, además del de la humanidad completa, porque uno convive con el propio cuerpo.
Es como si me hubiera auto-programado para no lamentarme, para no amargarme de lo que aconteció - o, mejor dicho, de lo que no llegó a acontecer-. Algunas mañanas me pasa que me levanto y miro un afiche de las funciones que iban a ser en Portugal, en el Festival de Teatro de Alentejo y digo "Yo estuve ahí, esas funciones eran verdad y estuvieron a punto de suceder". Esos días, me cuesta más tránsito hacia la noche. Qué sé yo. Ya van cincuenta días y cincuenta noches, y me lamenté muy poco. Menos de lo que hubiera esperado de mí. Quizés se deba a demasiado positivismo en mi sangre, demasiada Joie de vivre heredada de mi abuela francesa, Christiane (a su vez, inyectada por su mamá, Maggie). Me debato todo el tiempo entre la dualidad de permitirme la lágrima, la angustia por lo que yo no logro aún digerir de la situación exótica que estamos viviendo, tan fuera de serie.... y por el otro lado, soy la que salta y festeja cada momento, y encuentra magia en la sombra de la luz en una parte de la casa. La sombra penetrando, es la prueba de que hay cosas que no vemos pero que son, y que generan sombra. O sea, no vemos las cosas, pero vemos su impacto y eso nos da prueba de su existencia. Entonces el afiche del festival portugués da prueba de que ese festival -no fue pero- pudo haber sido, estaba todo listo para que sucediera... y sin embargo, acá estoy en Buenos Aires.... de vuelta, sin haber actuado. De la misma forma, la lágrima queriendo ser pero guardándose, es la prueba de que hay dolor adentro mío, hay dolor siendo en alguna parte de mi cuerpo. Hay veces en que me gustaría ser menos robot, más humana. Permitirme el error, tropezar hacia lo incierto, como quién diría. Me resulta insoportable vivir en constante programación.
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Las sombras muestran lo que está y no se ve.