sábado, 6 de junio de 2020

DÍA 85: INSTANTÁNEA

La foto de todos los instantes que implica(ro)n este remanso hacia adentro. Esta cuarentena va a quedar atesorada adentro de mi ser, como las comidas misteriosas que tienen un gusto especial a raíz de los condimentos mágicos con los que se cocinan. 

Van a ser parte de esa foto, la galería de la casa de mi infancia con sus baldosas anaranjadas partidas por el tiempo que se (y nos) arruga; va a quedar la colchoneta violeta en la que me habré plegado una y otra vez para encontrar, en alguna postura de yoga, la postura frente al día (cada día, una odisea, en este aislamiento social); voy a mirar todas esas películas captadas desde el sillón con las dos bandejas redondas y negras que captan a las películas junto a nosotros; el cuarto de mi infancia con su Ella Fitzgerald mal dibujada pero bien sentida (el mismo cuarto que me dio la bienvenida a mi nueva versión menos ingenua, pero no por eso, menos plagada de niña interior; el jardín con el mosquito que me picó, bautizándome de dengue; el living colmado de instrumentos como batería guitarra, ukelele y hasta un piano que descansa sobre el estuche rígido dela guitarra (a falta del pie original) abrazados en forma de canciones al compás de cuatro manos; el balcón del cuarto de mis viejos usado para leer, para tomar sol sin mosquitos, para ver a la luna asomarse, para decir buen día cada día, o para escapar a alguna parte cuando no hay a dónde escapar; la pava dónde se gestaron los 1423 cafés y las 876 aguas para mates; el rompecabezas con tres bailarinas que no terminan de armar su postura, porque, completarlas implicaría algún tipo de final; las rejas de cada ventana recordando que siempre yo tengo la decisión final sobre entender de qué lado anida la libertad y de qué lado la prisión; pero por sobre todo, quedará cargada en la retina de mis dos ojos, toda la vida sucediendo, atravesando cada poro de la casa... Y la presencia de mi hermano con su respiración, su cadencia y su alma pululando cerca mío, recordándome que somos a cada rato, lo que acabamos de dejar de ser. 



Tomás