La angustia viene de compararme. La otredad no puede ser mi referencia. Cada uno es cómo es y necesita lo que necesita. Reconozco claramente que mi angustia se despierta cuando miro hacia afuera. El afuera atroz, ese que confunde, que corre de foco, que tuerce del propio sendero, cuando él es el único al cual puedo someterme. No podemos mirar afuera cómo si allí anidara la brújula porque eso es imposible. ¡Es tan evidente cuando la calma arrulla gracias a esa comunión con mi adentro! La lucha constante es en pos de que los otros no distraigan. ¡Que se vayan a la mierda las opiniones ajenas! ¡Cada uno necesita lo que necesita! ¡¿Qué saben los otros de mi hambre, de mi búsqueda?! Enfóquense en lo suyo, déjenme en Paz. Y a mí misma, también me lo digo: Dejame en paz, Belén.
El camino es largo, árduo, curvo y profundo. Y va a doler. Pero es de cada cual, muy personal, y nadie puede opinar y con ningún otro recorrido podemos compararnos. Dale. Repetite esto como mantra. Amén. Salud. Chin chin.
El camino es largo, árduo, curvo y profundo. Y va a doler. Pero es de cada cual, muy personal, y nadie puede opinar y con ningún otro recorrido podemos compararnos. Dale. Repetite esto como mantra. Amén. Salud. Chin chin.