lunes, 23 de marzo de 2020

DÍA 10: DE HORTENSIAS Y VIANDAS

DÍA 10: DE HORTENSIAS Y VIANDAS Lunes 23 de Marzo de 2020

Dentro de esta cuarentena, hay días - y noches - que suenan a encierro y otras que liberan. Hoy el día viró hacia lo positivo. Terminé el libro de Cortazar "Las armas secretas"; disfruté con mi hermano de varios abrazos de más de 20 segundos y agradecí de lo milagroso de poder estar compartiendo esta odisea con él en vez de estar haciéndolo meramente conmigo misma; me comuniqué con seres que inspiran (a cada uno una, intenté mirarlos bien adentro el el ojo mientras me contactaba, cosa de abreviar la distancia). 

A la vez, pasó a buscarme mi infancia. Una serie de incidentes durante el día me la trajeron ,y no pude más que interactuar con ella. 'Infancia' para mí, es mi hermano y esta casa (dos elementos fundamentales en esta [Cuentin] Cuarentina). Pero además, el eco de esa palabra a mí me reverbera adentro y suena a  este jardín, al olor de la vianda del colegio, a las hamacas sonando en el otro lado de la vía, a las 3 especies de pájaros canturreando en la latitud de esta calle cortada. Infancia, en mí, es el suelo de adoquines (de vez en cuando alguno blando), y las puertas del garage haciendo esa música tan característica cada vez que pestañean, y las hortensias que supo haber (ya no moran por acá, pero hace unos días volvieron a mi pensamiento). A ellas quiero, hoy, dedicarles un momento:




A dónde moran las moradas

Su racimo de alcauciles lila clavó bandera en el jardín un día que desconoce mi existencia. Hoy visité este campo minado por mi infancia, y  las evoqué sobre el pasto. Adictas a la contemplación. Testigos de esos dos campings artificiales e improvisados en el orden de mamá, entre cantos y travesuras clandestinas. Alertas, sus oídos, a las conversaciones incómodas sobre cómo llegan los bebes al mundo, a las dulces primeras lecciones de guitarra que inyectó mamá en mi alma (creo que esas lilas reverberan en el perfume lejano de las notas de cada canción que compongo hasta hoy). Aquellas moradas que moraron por largo trecho escuchando silencios que cantaban fuerte adentro de nuestros pensamientos; como las lágrimas de mama, ahogadas en los cigarrillos en su "cuartito de los lamentos" en el fondo del patio. Todas esas purpúreas prestaron sus ojos a miles de fotos, como esa en la que estamos con mi hermano, ambos minúsculos, posando sobre papá, para eternizar lo que inevitablemente se escurriría en cuestión de segundos. Pelotas, risas libres, alaridos vieron ellas brillar por encima de sus sienes. Juntas escuchamos tantos trenes zarpar; ese tren selló el reloj de mi vida. Miles de violáceas abrazadas, cual mujeres chusmas de conventillo, entre tanto verde y blanco y fauna, contemplando el curso de nuestra vida. Pero no sé cómo ni cuándo, un día se fugaron. Alguien las borró de la orilla de mi jardín. Me pregunto a dónde se habrán ido las lilas; a dónde, el crujir de la hamaca, la pelopincho verde agua, las navidades de papá noel con traje rosado y barba de algodón y manos de mi primo Juan Pablo.

Hace mucho que no pensaba en mi hortensias. No sólo es lo que palpamos. Quizá ahora estén siendo en alguna otra parte del tiempo. Lo mismo que la infancia. En alguna otra parte.


Palacio de Cristal. Parque El Retiro.
Madrid, Marzo de 2020.

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